Ambos se han convertido en dos figuras del tráfico de cocaína a gran escala en la ría de Arousa, pero la policía aún no ha podido detenerles. Operan con organizaciones independientes y han levantado auténticos emporios económicos para blanquear los ingresos de un negocio que dirigen con absoluta discreción, contando con leales y eficientes colaboradores. A pesar de que no tiene antecedentes por narcotráfico, los grupos especiales antidroga han reunido amplios historiales de sus hazañas y operaciones, que han podido conocer a toro pasado. También de sus empresas, que están en el punto de mira. Las fuentes consultadas en los cuerpos de lucha contra el narcotráfico admiten que se trata de dos bandas muy herméticas, difíciles de investigar y controlar tanto en sus movimientos como en sus comunicaciones. Estas dificultades han alimentado la leyenda sobre El Pastelero y El Burro, que en estos años de éxitos policiales han aprovechado la algarabía de las detenciones en cadena de otros famosos personajes para incrementar su actividad.
Con su ficha policial reseñada al detalle y con más años de experiencia que su contrincante, El Burro es de esos personajes que se abrió camino en los negocios a pesar de su reputación bajo sospecha. Con una potente estructura financiera, ha sabido diversificar sus inversiones y hoy dirige un holding de empresas vinculadas a diferentes sectores económicos. La policía sospecha que pueda tener intereses en Colombia, un país que conoce a la perfección y al que le unen lazos familiares. Aunque su implicación en el narcotráfico se remonta a casi una década, cuando El Burro compartía la jefatura de la banda con otro miembro de su familia, en los últimos años se le sitúa como máximo responsable de una organización que dirige a caballo de sus múltiples y variados negocios.
La importante detención de Rafael Rubén Núñez Cencerrado, un reputado traficante valenciano especializado en el tráfico de cocaína a través de contenedores, podría situar a los agentes antidroga un poco más cerca de El Burro. Ambos cenaron en un restaurante de Vilagarcía la víspera de la captura del valenciano, el pasado 24 de septiembre, tras ser intervenido uno de los habituales alijos que movía la red a través de los puertos de Valencia, Marín y Barcelona.
Tal vez más cauto y desconfiado que su colega, El Pastelero supo escoger a sus hombres de confianza, los que dan la cara por él para organizar el envío y el desembarco de los cargamentos, pero algunos son conocidos por sus antecedentes. Este sinuoso personaje cuenta con pisos y coches de seguridad, alejados de su residencia habitual y del negocio que regenta a diario, un modesto establecimiento que despacha dulces.
Aunque la policía conoce su doble vida, el paradero de su dinero es todavía una incógnita. Se investiga un rastro que podría llegar hasta alguna república africana. A su mano derecha se le conoce con el sobrenombre de Costiñas, un avezado traficante que tiene buenos contactos en Colombia desde que operaba con otras organizaciones gallegas. De los desembarcos de esta red se encarga un grupo de Vilanova de Arousa que dirige un personaje al que se le conoce como Charli.
Si en algo se diferencian de los demás grupos es por su forma de trabajar. Hacen pocas operaciones, pero mueven grandes cantidades de cocaína y, sobre todo, tratan de correr el mínimo riesgo para evitar que sean descubiertos. Hasta ahora les ha salido bien. Y procuran no hacer alardes de dinero, al menos en los pueblos donde residen." (El País, ed. Galicia, Galicia, 04/10/2009, p. 1)
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